Orgullo y perjuicio

Por la escuadra

Muchos culés han encontrado en el Girona una prestación existencial sustitutoria. Hay vasos comunicantes entre la dolorosa decadencia del Barça, interpretada con lloriqueos varios, y la explosiva eficacia del Girona. En otros tiempos esta dualidad se interpretaría como frivolidad y cambio de chaqueta. Pero los tiempos han cambiado y las identidades líquidas permiten compaginar amores aparentemente incompatibles para integrarlos con alma contorsionista. En otras palabras: hoy Antonio Machín podría cantar perfectamente que “se pueden querer dos mujeres a la vez / y no estar loco”.

La fragilidad mental del Barça en Girona contrasta con el juego de la primera parte, resolutivo y convincente. La debilidad llegó luego, con otro episodio de vértigo abrupto. Es la misma debilidad que ha castigado al equipo en los últimos... ¿cuatro, cinco años? El diagnóstico de Xavi: media parte excelente y un desastre que conecta con apagones anteriores igualmente incomprensibles. La fórmula de los errores individuales se está agotando. Se alimenta el automatismo de la perplejidad y la derrota que desmoviliza la afición, atrapada entre el abandono masivo de los que esperan volver al Camp Nou y un nuevo Camp Nou que impondrá protocolos mucho más elitistas que los que han definido el club.

El Girona construye su relato en torno a la idea de un orgullo familiar y comunitario

El Girona, en cambio, sigue construyendo su relato en torno a la idea de un orgullo familiar y comunitario. Es un concepto propenso a excesos populistas. Pero viendo y escuchando a Portu, es fácil preguntarse, sobre todo si eres culé, cuánto hace que el Barça despilfarró la noción de orgullo. Los años de la opulencia impusieron una autoestima de nuevo rico, que convertía el orgullo en un anacronismo afarta-pobres . Este error se arrastra y, por desesperación o petulancia, el club no encuentra el modo de recuperar una humildad funcional y unas expectativas que no impliquen ni aspavientos bipolares ni brotes de optimismo antinatural (cada declaración del vicepresidente Yuste parece querer insultar la inteligencia de los que prefieren asumir la realidad que comulgar con mentiras abusivamente repetidas).

La trabajada convicción del Girona contrasta con la sensación de que el Barça navega en una identidad esclavizada por las urgencias y la improvisación. Basta comparar la locuacidad de los dirigentes culés y la discreción de los dirigentes del Girona para evaluar la situación. El famoso pánico escénico, que el madridismo ha perfeccionado como arma de intimidación masiva, necesita una réplica que intuimos –la apuesta por la cantera, un lenguaje propio– pero que, por ahora, está secuestrada por el recurso de la fatalidad y de los actos de fe, cada vez más flácidos. Es verdad que para sentirse orgulloso de alguien, debes ser correspondido. En el Barça, en cambio, el entrenador constata cada dos por tres los errores individuales, una parte importante del público renuncia a ir al estadio y el palco está en manos de un amiguismo entusiasta y narcisista. Un amiguismo que se mantiene gracias a la incomparecencia de otros barcelonistas atrofiados por exceso de conspiraciones de reservado de restaurante y que ahora alardean de ser grandes seguidores del Girona.

Girona, 04/05/2024. Los presidentes del FC Barcelona, Joan Laporta (2i) y del Girona, Delfí Geli (3d), acompañados por el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés (3i), asisten hoy sábado al encuentro correspondiente a la jornada 34 de Primera División que Girona y FC Barcelona disputan en el estadio municipal de Montilivi, en la localidad gerundense. EFE/David Borrat.

La primera fila del palco de Montilivi, el sábado

David Borrat / EFE
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